La ideología bárbara y brutal de esta organización terrorista es el peligro que afrontará el mundo.
La crisis financiera mundial mostró al mundo
lo profundamente interdependientes que han llegado a ser nuestras
economías. En la crisis actual del extremismo, debemos reconocer que
somos igual de interdependientes para nuestra seguridad, como resulta
claro en la lucha actual contra el Estado Islámico.
Para prevenir que el Estado Islámico (EI) nos
haga entender por las malas, debemos reconocer que no podemos extinguir
los fuegos del fanatismo por la fuerza exclusivamente. El mundo debe
unirse con un impulso holístico para desacreditar la ideología que
concede su poder a los extremistas y devolver la esperanza y la dignidad
a aquellos a quienes reclutaría.
Desde luego, el EI puede ser derrotado
militarmente –y lo será– por la coalición internacional que ahora se
está formando y que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) están apoyando
activamente, pero la contención militar es solo una solución parcial.
La paz duradera requiere otros tres
ingredientes: ganar la batalla de las ideas, mejorar la administración
de los asuntos públicos en los casos en que sea deficiente y apoyar el
desarrollo humano de las bases.
Semejante solución debe comenzar con una
voluntad política internacional concertada. Ningún político de
Norteamérica, Europa, África o Asia puede darse el lujo de pasar por
alto los acontecimientos de Oriente Próximo. Una amenaza mundializada
requiere una reacción también mundializada. Todo el mundo sentirá el
calor, porque esas llamas no conocen fronteras; de hecho, el EI ha
reclutado a miembros de al menos 80 nacionalidades.
El EI es una organización bárbara y brutal. No
representa el islam ni los valores más básicos de la humanidad. Aun
así, ha surgido, se ha extendido y ha resistido a los que se oponen a
ella. No estamos luchando contra una organización terrorista, sino
contra la encarnación de una ideología maliciosa que se debe derrotar
intelectualmente.
Yo considero que esa ideología es el mayor
peligro que afrontará el mundo en el próximo decenio. Sus semillas están
germinando en Europa, los Estados Unidos, Asia y otras zonas. Con sus
retorcidas connotaciones religiosas, esa franquicia de odio ya preparada
está a disposición de cualquier grupo terrorista que quiera adoptarla.
Entraña la capacidad para movilizar a miles de jóvenes desesperados,
vengativos o airados y los utiliza para atacar los cimientos de la
civilización.
La ideología que alimenta al EI tiene mucho en
común con la de Al Qaeda y sus filiales en Nigeria, Pakistán,
Afganistán, Somalia, Yemen, el norte de África y la península Arábiga.
Lo que más me preocupa es que, hace un decenio, semejante ideología era
lo único que Al Qaeda necesitaba para desestabilizar el mundo, incluso
desde una base primitiva en las cuevas de Afganistán.
Hoy en día, los miembros del EI tienen acceso a
la tecnología, las finanzas, una base territorial enorme y una red
yijadista internacional. Lejos de ser derrotada, su ideología de rabia y
odio se ha vuelto más estricta, perniciosa y generalizada.
La destrucción de los grupos terroristas no es
suficiente para lograr una paz duradera. También debemos atacar la raíz
para privar su peligrosa ideología de la capacidad para alzarse de
nuevo entre personas a las que un ambiente de desesperanza y
desesperación ha dejado vulnerables. Y a este respecto debemos ser
positivos.
La solución tiene tres componentes. El primero
es el de contrarrestar las ideas malignas con pensamiento ilustrado,
mentalidades abiertas y una actitud de tolerancia y aceptación. Ese
método procede de nuestra religión islámica, que exige paz, honra la
vida, valora la dignidad, promueve el desarrollo humano y nos inclina a
hacer el bien a los demás.
Solo una cosa puede detener a una juventud
suicida que está dispuesta a morir por el EI: una ideología más sólida
que la guíe por la senda correcta y la convenza de que Dios nos creó
para mejorar nuestro mundo, no para destruirlo.
Podemos seguir el ejemplo de nuestros vecinos
de Arabia Saudí con sus grandes éxitos al desradicalizar a muchos
jóvenes mediante centros y programas de apoyo psicológico. En esa
batalla de las mentalidades, los pensadores y los científicos de altura
espiritual e intelectual entre los musulmanes son los que están en
mejores condiciones para encabezar la lucha.
El segundo componente es el apoyo a las
medidas adoptadas por los gobiernos para crear instituciones estables
que puedan prestar servicios reales a sus pueblos. Debe quedar claro
para todo el mundo que el rápido crecimiento del EI fue alimentado por
los fallos de los gobiernos de Siria y de Irak: el primero hizo la
guerra contra su propio pueblo y el segundo promovió la división
sectaria. Cuando los gobiernos no abordan la inestabilidad, las
reivindicaciones legítimas y las amenazas graves y persistentes, crean
un ambiente ideal para que se incuben las ideologías del odio y para que
organizaciones terroristas llenen el vacío de legitimidad.
El último componente es el de abordar
urgentemente los agujeros negros en materia de desarrollo humano que
afligen a muchas zonas de Oriente Próximo. Esa es una responsabilidad no
solo árabe, sino también internacional, porque la de brindar
oportunidades a las bases y una mayor calidad de vida para los pueblos
de esa región es la garantía para mejorar nuestros problemas comunes de
inestabilidad y conflictos. Necesitamos urgentemente proyectos e
iniciativas a largo plazo para eliminar la pobreza, mejorar la educación
y la salud, construir infraestructuras y crear oportunidades
económicas. El desarrollo sostenible es la reacción más sostenible
contra el terrorismo.
Nuestra región alberga a más de 200 millones
de jóvenes. Tenemos la oportunidad de infundirles esperanza y orientar
sus energías hacia la mejora de sus vidas y las de su alrededor. Si
fracasamos, las abandonaremos al vacío, el desempleo y las maliciosas
ideologías del terrorismo.
Todos los días en que damos un paso hacia el
desarrollo económico, la creación de puestos de trabajo y el aumento de
los niveles de vida, socavamos las ideologías del miedo y del odio, que
se nutren de la desesperanza. Privamos a las organizaciones terroristas
de su razón de ser.
Soy optimista, porque sé que los pueblos de
Oriente Próximo tienen capacidad para la esperanza y el deseo de una
estabilidad y una prosperidad mayores y más duraderas que las ideas
oportunistas y destructivas. No hay nada más poderoso que la esperanza
de una vida mejor.
Opinion: Desafortunadamente el Islam es una corriente que siempre ha buscado la
guerra y quiere destruir a todo el mundo que no cree en sus mentiras. No
mas hay que ver la historia y observar como mahoma quien estaba
demente, su unica fuerza fue la guerra y constituyo su corriente con la
muerte y el terrorismo, igual como lo hace ei. ei no es mas que lo que
busca la corriente musulman en el mundo.
Noticia # 3
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